OBRAS DE ARTE ANTIGUAS Y COLONIALES

coleccion de arte colonial en colombia

Arte antiguo y colonial en Colombia.

Las obras de arte colonial colombianas son un tesoro invaluable que nos permite apreciar la rica historia y cultura de nuestro país. Estas obras, que datan de la época colonial, son un testimonio vivo de la creatividad y el talento de los artistas de aquel entonces.

La colección de obras de arte colonial en Colombia es una de las más importantes del mundo. Está compuesta por una amplia variedad de piezas, que van desde pinturas y esculturas hasta muebles y objetos decorativos. Cada una de estas obras cuenta una historia única y nos transporta a una época pasada.

La historia del arte colonial en Colombia se remonta a la llegada de los españoles en el siglo XVI. Durante esta época, se fusionaron las técnicas y estilos artísticos europeos con las tradiciones indígenas y africanas, dando lugar a un estilo de arte único y distintivo. Los artistas coloniales colombianos se destacaron por su habilidad para representar escenas religiosas y retratar a los personajes bíblicos con gran detalle y realismo.

El estilo de arte colonial colombiano se caracteriza por su riqueza ornamental y su uso de colores vivos y llamativos. Las pinturas y esculturas suelen estar decoradas con pan de oro y plata, lo que les da un aspecto lujoso y majestuoso. Además, muchas de estas obras muestran influencias indígenas y africanas en su iconografía y temáticas.

Los coleccionistas de obras de arte colonial y antigüedades son apasionados por preservar y difundir este patrimonio cultural. Muchos de ellos han dedicado años de su vida a buscar y adquirir estas piezas únicas, con el objetivo de conservarlas para las generaciones.

ARTE COLONIAL COLOMBIANO

Fuente: https://colombiapais.com/pagina-cultura/cultura-arte-colonial.html
Como escribió Marta Traba: “En el ámbito colonial del XVII la vida parece transcurrir por fuera de cualquier orden histórico establecido.

arte colonial en colombia, coleccion de arte colonial

La norma general es la atonía; de los españoles criollos sobreviviendo, de los españoles peninsulares mandando; del clero extendiéndose vertiginosamente, persuadido aún de su misión ecuménica en medio de la barbarie; de los indígenas marcados por el fatalismo de su desplazamiento continuo y su dispersión hábilmente provocada sin tregua, para quitarles su única fuerza, la defensa a través de una comunidad aglutinada”.

El periodo colonial comienza en 1550 con la creación de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada (presidencia a partir de 1564 y virreinato desde 1739) y termina en 1819 con la caída del gobierno de Pablo Morillo. La penetración cultural estuvo totalmente a cargo de la Iglesia católica que, luego del Concilio de Trento, llevado a cabo entre 1545 y 1563, se había reorganizado considerablemente y había, entre otras cosas, reafirmado la importancia de las imágenes como instrumento de propaganda.

El arte de esta época es entonces religioso y con algunas características del estilo barroco, el preferido por la Iglesia para cautivar a todos los creyentes, antiguos y neófitos. La arquitectura comienza pronto y es la primera manifestación artística. En ella hay huellas evidentes del gótico tardío, del plateresco y del mudéjar.

Entre las construcciones tempranas sobresalen las catedrales de Cartagena y Tunja, las iglesias de San Francisco y la Concepción en Bogotá y los conventos de Santo Domingo en Tunja y Cartagena y San Francisco en Tunja y Bogotá.

De los conventos rurales hay que mencionar el del desierto de Nuestra Señora de la Candelaria, cerca de Ráquira, entre otros. Vienen luego las iglesias de los jesuitas (Bogotá, Tunja y Cartagena), que siguen el modelo de la iglesia de Il Gesù de Roma de Giacomo della Porta. En el siglo XVIII la arquitectura religiosa continúa con la iglesia de la Compañía (de Jesús) y la catedral de Popayán, la catedral de Santa Marta y el templo de Santa Bárbara de Mompox. Sin embargo, en esta centuria resultan muy importantes las arquitecturas civil y militar: la casa de la Moneda de Bogotá, la aduana de Cartagena, el Puente del Común y la conclusión de las obras de fortificación de Cartagena, iniciadas a fines del siglo XVI. Desde la segunda mitad del XVIII se distingue la arquitectura académica del capuchino Domingo de Petrés: el Observatorio Astronómico y la catedral de Bogotá.

En este ámbito vivió el más importante pintor de la época, el santafereño Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (1638 -1711), quien estudió en el taller de Gaspar de Figueroa, alumno y continuador de su padre Baltasar de Figueroa, el viejo, el cual trajo a la Nueva Granada las técnicas artísticas que se utilizaban en Europa al terminar el siglo XVI. Con prestigio temprano, Vásquez recibió numerosos encargos a lo largo de toda su vida y en su taller del barrio de La Candelaria le colaboraba toda la familia, incluyendo su hija Feliciana.

El Museo Colonial de Bogotá conserva algunas de las pinturas más famosas de Vásquez, tales como La coronación de la Virgen por la Trinidad, El hogar de Nazareth, Desposorios de la Virgen, La adoración de los pastores, Símbolo de la Trinidad. Vásquez entrega dos de sus obras a los padres agustinos.Contemporáneos del santafereño fueron, entre otros, el ya mencionado Gaspar de Figueroa (1594-1658), autor del retrato de fray Cristóbal de Torres, fundador del Colegio Mayor del Rosario de Bogotá y su hijo Baltasar de Vargas Figueroa (1629-1667), quien dejó la producción más abundante de esta familia de pintores, que encabezara su abuelo, nacido posiblemente en Sevilla hacia 1560 y que antes de instalarse en Santa Fe de Bogotá vivió en Mariquita y Turmequé, en donde realizó un conjunto de lienzos sobre la vida de la Virgen.
De Baltasar de Vargas Figueroa se conocen más de cien pinturas trabajadas dentro de los convencionalismos del período, aunque con una insistencia en el claroscuro que hace pensar en el español Francisco de Zurbarán.

Otros pintores de la época colonial fueron los Acero de la Cruz: Antonio, Bernardo, Juan y Jerónimo, quienes tuvieron un taller en Santa Fe de Bogotá en la primera parte del siglo XVII; los Fernández de Heredia: Tomás, Alonso y Pedro, activos en la misma ciudad en la segunda parte del XVII; el pintor Camargo, que no se conoce sino por el apellido; Francisco de Sandoval, Agustín García, Zorro de Useche y fray Gregorio Carvallo de la Parra.

Al lado de los pintores también tuvieron sus talleres muy activos los entalladores(Así llamados los artesanos que no solo realizaban figuras en madera sino que construían los retablos y los púlpitos) y los imagineros escultóricos que trabajaron especialmente tallas en madera, estofadas, esto es, recubiertas con yeso, laminillas de oro y colores y algunas con ojos de vidrio, lágrimas de resina y pelucas. Así llevaron a cabo sus obras, a veces dentro del gran verismo barroco, Juan de Cabrera, Pedro de Lugo Albarracín y un hermano lego franciscano, que realizó los bellos tableros de media talla que exornan el retablo del altar mayor de la iglesia de San Francisco en Bogotá, sin duda uno de los trabajos más importantes del siglo XVII, ejecutado por el entallador español Ignacio García de Ascucha (1580-1629).

El escultor más sobresaliente del XVIII fue el andaluz Pedro Laboria (nacido en 1700 y muerto en fecha desconocida), quien en la iglesia de San Ignacio de Bogotá realizó un San Francisco Javier moribundo y El éxtasis de San Ignacio, una verdadera escenografía totalmente tallada por el artista. Otras esculturas de Laboria son San Joaquín y la Niña María, de hermosa composición y elegante movimiento y la dramática imagen de Santa Bárbara, en la iglesia del mismo nombre. También del mismo siglo fue Pedro Caballero, quien trabajara todos los altares de la iglesia de la Tercera de Bogotá, los cuales se distinguen por no haber sido recubiertos, como era habitual, con laminilla de oro.

obras de arte colonial en venta colombia
pinturas de arte colonial en venta colombia
lienzos de arte colonial en venta colombia
cuadros arte colonial en venta colombia
compra de arte colonial en colombia

PINTURA COLONIAL Y LA EDUCACIÓN DE LA MIRADA. Conformación de identidades y de la otredad.

Fuente: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1794-24892006000100012
Autor: VIVIAN MARCELA CARRIÓN BARRERO, Universidad Pedagógica Nacional, Febrero 22 de 2006



Introducción


El reconocimiento de la diferencia y la construcción de la otredad en nuestra sociedad provienen de la necesidad de mantener una política de exclusión, que reconoce a los individuos como diferentes y por ello les asigna culturalmente un papel, una posición determinada. Algunas imágenes de la Colonia neogranadina nos permiten observar los discursos de la diferencia que se promovieron en este momento, a través de ellas se puede ver la forma como fue concebida la diferenciación social y la manera como se formó la otredad, a través del reconocimiento del uno en oposición al otro. Las pinturas son igualmente un documento a través del cual se entiende la formación de la conciencia de la diferencia, entre colonizadores y colonizados, una diferencia jerarquizada, que además de ser una lucha de poder en lo económico también lo fue, y de manera aguda, en el campo de la representación, de lo simbólico, de las maneras como se vive y construye la realidad.

Las relaciones coloniales produjeron una gran explosión de representaciones y propagación de imágenes, las cuales hicieron referencia a un cuerpo barroco y a lo religioso como autoridad sobre los cuerpos y mentes, trabajando eficazmente sobre los imaginarios sociales, y a través de lo simbólico, estableciendo lógicas en donde los principios remitían a una «verdad» ineluctable. A través de las imágenes se pueden observar las relaciones coloniales, las tensiones y formas de ejercicio de poder, «la mecánica del poder que persigue toda esta disparidad no pretende suprimirla, sino, dándole una realidad analítica, visible y permanente, la hunde en los cuerpos, la desliza bajo las conductas, la convierte en principio de clasificación y de inteligibilidad, la constituye en razón de ser y orden natural del desorden» (Foucault, 1977:57). El poder es tolerable sólo con la condición de enmascarar una parte de sí mismo, su éxito radica precisamente en proporción directa con lo que se logra esconder de sus mecanismos.

Junto a la idea de poder descansa el concepto de conocimiento, lo que llamamos conocimiento es el «significado social de símbolos construidos por los hombres tales como palabras o figuras, dotados con capacidad para proporcionar a los humanos medios de orientación» (Elias, 1986:55). El conocimiento es adquirido socialmente, mediante aprendizajes de los conjuntos de símbolos sociales con sus correspondientes significados, este proceso es construido a lo largo de la vida, de acuerdo con las relaciones sociales establecidas en el tiempo y el espacio. En la Nueva Granada, a diferencia de los criterios científicos actuales de conocimiento, prevalecía un conocimiento más mágico-religioso, de carácter revelado, pero que de igual forma proclamaba la «verdad», procuraba la búsqueda de leyes universales que se mantenían en todo tiempo y espacio. Lo que podía ser dicho (sabido), quienes podían decirlo (saberlo) –monopolización del conocimiento, de lo sagrado- incorporó a la sociedad un orden específico, y se acuñó un modo de conocimiento que justificaba el orden estamental implantado, que a su vez se confirmó y sustentó en los ámbitos ya no sólo públicos, sino también privados.

Algunos puntos a indagar en este ensayo tienen que ver con lo que las imágenes transmiten, entendiéndolas como documentos que permiten observar, deconstruir discursos de poder y analizar las políticas de diferencia que se constituyeron. ¿Qué relación existe entre estas expresiones simbólicas y la construcción de identidad de los sujetos colonizados en el contexto neogranadino del siglo XVII?, ¿Cómo son representados los individuos dentro de estas imágenes?.

Imagen colonial


La imagen como portadora de un discurso, es un medio privilegiado para entender formas de construcción de identidades. «La pretensión de que la imagen remite a algo distinta de sí misma proviene de que, aún obtenida a partir de la materia, la imagen encarna una idea y se convierte en soporte de una forma. Lo que importa, pues, en la imagen, no es la materia, sino lo que se le añade, la forma» (Delahoutre, 1989:136). Así, colonizadores se valieron de las imágenes como medios de transmisión de discursos acerca de la diferencia, de esta manera, Europa concentró bajo su hegemonía la vigilancia de las formas de control de las subjetividades, de la cultura y en especial del conocimiento, de su producción. Se inculcaron las formas de producción de conocimiento de los colonizadores, sus patrones de producción de sentido, su universo de significados, sus formas de expresión y de objetivación de la subjetividad. Pero ello no se llevó a cabo de una forma solamente violenta sino negociada, y aunque hubo reelaboraciones, estos parámetros si calaron profundamente en los sujetos, y en esta medida es que las imágenes juegan un papel relevante, por su capacidad de mediación. Las imágenes como documento etnográfico, tienen una gran importancia, ya que son un medio para entender las formas de producción de conocimiento y significados, a través de la lectura de discursos no escritos, permiten descifrar parte de las mentalidades y de las ideologías de una época.

Las imágenes funcionan precisamente por su capacidad de selección y adaptación, no sólo de las representaciones sino de los imaginarios, ya que lo que está en juego finalmente es más el imaginario que la imagen. La imposición de los discursos durante la Colonia, fue inicialmente elaborada por la jerarquía y aprehendida por todos los sectores de la sociedad, como una nueva forma de saber y de producción de conocimiento.

Representación del «otro»


Aunque en las imágenes religiosas que se elaboraron en la Colonia en el territorio actual de Colombia, no se hicieron representaciones explícitas de los grupos raciales que se conformaron, si hubo representación de identidades a través de las pintura; éstas permitieron fijar por medio de imágenes la pertenencia a Castas y de esta forma revelar los deseos taxonómicos de quienes se mantuvieron en la cúspide, que se valieron de esencialismos a fin de estereotipar, para marcar y adscribir, en el plano de las representaciones, por medio de visiones polarizadoras -que correspondían a una concepción muy precisa de lo que debería ser una imagen-, su función dentro de esta sociedad, como copia, mimesis, imitación. Todas estas luchas se llevaron a cabo en el campo de las representaciones, ya que es allí donde se capturan los sujetos y se les clasifica, bajo la estructura del estereotipo, así, de esta manera es que se han constituido las identidades históricamente, y las «zonas de contacto» (Pratt, 1992), que se dieron en la Colonia fueron base de las identidades actuales.

La raza: una categoría constitutiva de la «otredad»

Durante los siglos XVI y XVII se impuso un régimen de representación social en donde se enfrentó el mundo de lo cristiano al de lo no cristiano con el propósito de la conversión, más tarde fue el discurso de los bárbaros en oposición a los civilizados, en la actualidad el discurso se ha materializado en la idea de desarrollados o no desarrollados. Justificados en un darwinismo social, se concibió y entendió la «raza» como producto de la selección natural. Por supuesto a nivel epistémico las consecuencias de esta idea de la diferencia son adversas, se ha llegado a categorizar lo humano, a través de factores que por demás se consideran «objetivos», como lo biológico. Es así como podemos afirmar que el racismo es una práctica que inicia en el siglo XV, con la colonización del continente americano. «La idea de raza, quizás se originó como referencia a las diferencias fenotípicas entre conquistadores y conquistados, pero lo que importa es que muy pronto fue construida como referencia a supuestas estructuras biológicas diferenciales entre esos grupos. La formación de relaciones sociales fundadas en dicha idea, produjo en América identidades sociales históricamente nuevas: indios, negros y mestizos y redefinió otras» (Quijano, 1993). La construcción de las «razas», de la mano del catolicismo, fueron pilares para el nacimiento de unas formas de delimitación y posición social que acabaron dando forma a las maneras de reconocimiento y autorreconocimiento por parte de los individuos, fijando significados acerca de la diferencia y la «otredad».

La sociedad disciplinaria


La sociedad disciplinaria, característica del régimen de la Modernidad, es definida como una sociedad en la que el dominio social es construido a partir de redes de dispositivos o aparatos ideológicos del Estado (Hardt y Negri, 2001). Estos dispositivos son los encargados de instituir el orden general, entre ellos se encuentran –aún hoy- la prisión, la escuela, familia, etc. Aquí el comando social se construye a través de una confusa red de dispositivos o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas. Por medio de estos mecanismos se estructuró el terreno y las relaciones sociales, a través de la lógica de la «razón», fortaleciendo las estrategias discursivas como una forma de disciplinamiento del cuerpo, la mente y las conductas. Así, fueron determinadas autoridades, las encargadas de normatizar sobre lo «normal» y lo «anormal».

En las sociedades disciplinarias, el cumplimiento de las normas es un elemento básico para fijar a los individuos dentro de instituciones y caracterizaciones específicas, con el fin de determinar inclusiones y exclusiones. Las prácticas sociales se establecen, entonces, desde una lógica de producción del conocimiento y el saber disciplinar. Más que entender las imágenes como fieles copias de la realidad, lo que interesa en este escrito es tener en cuenta la capacidad de representación y su potencia para suscitar y construir ideas acerca de cualquier situación social, en este caso la constitución de identidades, siempre jerárquicas y desiguales, la posibilidad de construir narrativas y discursos de poder e identidad, su potencialidad para cimentar realidades, y para representar un mundo a través de experiencias y relaciones, de esta manera es entendida la imagen como dispositivo, en la medida en que tiene la capacidad de atribuir significados y de ser parte de la lucha por éstos, lo que interesa es la forma como la imagen puede construir y materializar conceptos y las acciones que puede provocar a través de los cuerpos. La soberanía colonial, basada en la lógica de la exclusión maniquea y un discurso evolucionista, contribuyó a la construcción del «otro», entendido como frontera infranqueable de género, raza, clase, etc. Así, «raza» e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasificación básica de la población y con ello la elaboración teórica de la idea de etnicidad, como naturalización de esas relaciones coloniales de dominación entre europeos y no europeos. A partir de estas conceptualizaciones partió a hacerse divisiones en el trabajo, divisiones geográficas y por supuesto sociales, determinando prácticas y costumbres. Las siguientes imágenes pueden ser un ejemplo de cómo estos discursos sobre la «otredad», fueron construidos durante el siglo XVII en la Nueva Granada. (Ver imágenes páginas 249, 250, 251 y 252).

La religión y los preceptos morales establecidos por los discursos traídos, lograron adaptarse gracias a los instrumentos de que se valieron las clases sociales dominantes, aparte de los aparatos de coerción y regulación social de castigo, se implantaron modelos de representación en la que se hallaba inmersa una visión de occidente, se materializaron y corporalizaron los discursos a través de un proceso cultural que se constituyó en una relación de centro-periferia, donde se establecieron las estructuras del dominio y en donde, por medio de la representación, se mantuvo subordinado al subordinado, legitimando el statu quo.

Estas imágenes pintadas en la Nueva Granada, si bien hacen referencia a las calidades y cualidades de modelos (los Santos provenientes de Europa) y a lo religioso encarnado en la moral contrarreformista, evidencian una sociedad, con un mensaje político de diferenciación y segmentación a través de conformación de identidades, siempre desiguales. Estas imágenes deben ser entendidas en su contexto, como debieron ser captadas por los colonizados, no sólo como objetos decorativos, sino como representaciones de lo lejano, por medio de lo visible, de lo cercano; es decir, que a través de ellas los sujetos podían aproximarse y entender ese mundo que había sido creado tan distante, pero a su vez tan posible de alcanzar mediante la conversión u otras formas de blanqueamiento. Todas las imágenes acá presentadas pertenecen al siglo XVII, momento en el que el mestizaje estaba en auge y en donde los grupos de mezcla estaban clasificados, por tanto lo que se refleja acá es el deseo utópico de la diferencia, del encasillamiento, a través de una estrategia de mantenimiento del orden social, como lo fue la pintura, entendida también como una forma de enseñanza a los colonizados, como una forma de educación de su mirada.

En la primera ilustración aparece Santiago como caballero ecuestre, en la batalla de Clavijo, montado sobre un caballo blanco, el cual simbólicamente, gracias a su color es concebido como cabalgadura de los dioses, como símbolo de la fuerza bruta dominada por la razón y a su vez de la victoria, hay que recordar que el caballo en si es atributo de Europa y su dominio. Este jefe victorioso aparece pues, dirigiendo una batalla, en la cual él es mostrado como vencedor, el personaje lleva una espada que simboliza las virtudes militares, empezando por la fuerza y la valentía, que lo convierte en representación misma del poder y del sometimiento; como todos los instrumentos cortantes, la espada hace clara alusión a la separación tajante entre el bien y el mal, quienes en este caso están encarnados por España y los sarracenos respectivamente, España que se supone la razón y los Moros el pecado y lo que hay que erradicar. Es notable como el poder secular y el eclesiástico se unen en la lucha contra el «otro», lo cual significa para quien vence, la justicia. Santiago al ser reconocido como el patrón de España simboliza y condesa en si las virtudes que deben ser ostentadas por este mismo pueblo colonizador, como vencedor y extirpador de la herejía. Resalta la cruz, símbolo de la orden que lleva su mismo nombre. La unión entre el poder político y el religioso acá es bastante claro, la orden evangelizadora, la cruz y la espada representan el poderío y el dominio social de unos sobre otros, por medio tanto de la fuerza, como de la doctrina. La imagen muestra también el manto blanco ondeante, representativo de la orden de Caballería. En el cielo, están los ángeles que adornan con su presencia sagrada la escena; de nuevo aquí hay una coexistencia de lo terrenal con lo celestial, en este caso lo celestial apunta y es centrado solamente en el individuo que representa la victoria y la verdad, por tal razón el Apóstol se encuentra en la parte de arriba, sobre los vencidos, derrotándolos y más cerca de los cielos, de Dios. La única parte que se muestra diáfana y nítida es la superior; espigado en la parte superior, el Apóstol sobresale sobre los Moros, mostrados como lo bajo, lo impuro, la purificación se da pues, por la espada y la guerra, la cual es concebida según la religión cristiana –y esta iconografía lo resume muy bien-, como actividad sagrada, se presenta a un Apóstol guerrero que se apresta a luchar al frente de su pueblo , en venganza de los que considera sus enemigos. Santiago «matamoros», podría entenderse y extrapolarse al territorio americano, como Santiago «mataindios», baluarte de la lucha y dominación imperialista del pueblo cristiano sobre los infieles, y como agente conversor por medio de la violencia.

compra de pinturas de arte colonial en colombia
compra de obras de arte colonial en colombia
coleccionistas de arte colonial en cundinamarca, boyaca, costa, colombia

En América se introdujo la imagen, no sólo como medio para recordar las obras realizadas a través de la historia por personajes importantes, sino como en este caso, para formar y ajustar el arquetipo de victoria sobre el pecado, el cual para los españoles estaba representado como ya se dijo, en lo diferente, en el «otro», que en América se ajustó y apropió para el indígena, a quienes había que transformar o erradicar, por medio de la espada o de la cruz, o de las dos, esta convergencia de estas dos armas es características de las órdenes militares y clericales.

La segunda pintura refleja al fundador de los Padres Dominicos. En este suceso, la madre vio en sueños llevar dentro de sus entrañas un perro con una tea encendida intentando abrasar el mundo. La madrina vio en la frente del niño la luminosidad de una estrella. Dentro de las labores de santo Domingo, se encuentra principalmente la de la predicación y el anuncio de la Palabra, este santo a través de la historia católica, tiene muy en cuenta a todo a aquellos que se encuentran en los «márgenes» de la sociedad (pobres y esclavos), y de la Iglesia (pecadores, herejes, paganos). En la obra, el santo se encuentra de pie con la bandera de la Orden en la mano, sobre el fondo de paisaje, en el cual se ve un grupo de albigenses junto a una hoguera. El fuego ha sido asociado con la idea de pureza, con la conversión. En este punto es importante resaltar el papel de la represión a través de instituciones como el Santo Oficio de la Inquisición, es claro que el fin último de esta fue perseguir y rechazar la diferencia, con el fin de homogeneizar y convertir. Cerca del Santo, un perro sostiene una antorcha con la cual incendia al mundo: alegoría de la fe ardiente con que el Institutor del Rosario contribuyó a extender las verdades de la religión, considerándose como el «Perro del Señor», significando de esta manera la obediencia a los mandatos de la religión católica. A sus pies aparecen abatidos el demonio y la carne, personificada en una mujer. En la frente de la imagen del santo se encuentra una estrella, que según la leyenda medieval viera su madrina el día del bautismo señalándolo como alguien que seria luz para la iglesia, es decir como un elegido, como representante de la «verdad». En su mano hay una casa.

coleccion arte colonial y arte antiguo en bogota, colombia, barranquilla, medellin, cali

En el fondo de la escena se hallan unos personajes enviando libros a la hoguera. De nuevo el fuego como revelación de la verdad y en contra de la herejía. Se purifica a través de la quema, ello es uno de los principios de la Inquisición. El Tribunal de la Santa Inquisición fue establecido en América como un medio de control social y religioso, como garantía del orden social y moral, controlando la ideología, y las prácticas sociales contrarias, por medio de un régimen de terror colectivo, bajo la suposición de salvaguardar la fe, y conservar las tradiciones y las buenas costumbres españolas.

El santo representado en la ilustración número tres en San Juan Nepomuceno. Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc, de ahí el sobrenombre Nepomuceno. San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. También ha sido considerado Patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio, pero no permitió que la buena fama de una penitente fuera destrozada. En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo. Llamado durante muchos siglos «el Mártir del secreto de confesión», se dice que su lengua fue hallada incorrupta. San Juan Nepomuceno ha sido considerado siempre como el patrono del sigilo sacramental, y también, por cierta evidente conexión, como el patrono del buen nombre. Las primeras representaciones de Juan, en tanto que persona aislada, se remontan al año 1639. Esta imagen del santo aplastando al demonio nos muestra en primer lugar el triunfo del «bien» sobre el «mal», el santo está representado las virtudes de la confesión por medio del atributo de la lengua en su mano, se encuentra sobre una nube como un halo de santidad y a su lado un ángel que sostiene una sotana, lo cual hace énfasis en su sacerdocio. Aquí se está personificando el mal a través de la mujer, ya que se destacan los senos, aunque el rostro parece más bien masculino.

Allí aparece una corneta de la cual salen rayos y una serpiente con intención de atacar, la cual está asociada con el pecado. Podría hablarse de una firme convicción de «transformación» de pecadores y de la idea de conversión propia de las misiones, la cual implicaba la creencia del triunfo del bien sobre el mal.

En las colonias americanas el problema de la confesión era uno de los más importantes. Significa la victoria contra la difamación, y la calumnia y por esa razón es asociada con la mujer, la cual, dentro de la tradición católica ha sido estereotipada dentro de estos parámetros. Igualmente la enseñanza de la vida de los santos, involucraba y hacia parte de la enseñanza de la tradición religiosa cristiana a los «otros». San Juan Nepomuceno tiene importancia dentro del contexto de la colonización española, ya que fue un santo de la contrarreforma, además la confesión fue una forma de ejemplarizar, -en lo posible de manera pública- en una sociedad en donde lo más importante era evangelizar, se aplicó el tormento como medio de confesión y de escarmiento y se propuso la fe por encima de la «razón». El manejo penal de la ley estaba dirigido al dominio y la represión ideológicos, por medio de la homogeneización y el rechazo y eliminación de quienes se consideraban salidos de las normas estatuidas.

En la cuarta ilustración se presenta en una imagen, a santo Tomás como baluarte de la ortodoxia, combatiente y defensor de la heterodoxia y la herejía, al ser uno de los principales filósofos y tratadistas de la fe cristiana, permite que se resuma en él los parámetros de la Iglesia contrarreformista. Sus atributos: el libro y la custodia, la sabiduría y la fe en Dios respectivamente. En la pintura se refleja el triunfo de la santidad sobre la herejía. La obra es una alegoría a la vida del santo y a su labor como predicador y conversor en la fe cristiana. El santo representado muy joven, se encuentra vestido de una forma que refleja su austeridad, como corresponde a los santos, con una túnica blanca en señal de su pureza, su transparencia y su castidad, tiene un rosario bajo la esclavina, resaltando su calidad eclesiástica y en el pecho una cadena, la cual desde los textos medievales ha sido asociada con el premio obtenido por el ejercicio de las virtudes, con un sol de oro que representa la luz de la verdad. En la mano izquierda tiene un libro, que como ya se ha dicho anteriormente, es representación gráfica de la sabiduría y de la ciencia, en este caso este significado se hace explícito, ya que el santo es uno de los mayores portavoces del conocimiento cristiano dentro de la Iglesia; su mano derecha y el gesto del rostro permite inducir el hecho de que está sosteniendo una especie de conversación con el espectador, como una explicación de lo que está leyendo, como justificando y dando la razón. Bajo sus pies se encuentran los herejes que son figurados como lo bajo, están en el suelo y el hecho de que se encuentren «bajo los pies» alude a una forma de desprecio. El hecho de poner los pies sobre algo o alguien refleja una clara actitud de vencimiento, sumisión y total pleitesía. Los herejes iconográficamente son reconocidos como sarracenos y posiblemente seguidores de la Reforma, por tal razón deben ser eliminados, ya que van en contra de los preceptos establecidos por la Iglesia, y que están condensados en la imagen del santo. A la derecha del santo se halla un altar, sobre el cual se encuentra una custodia, la cual hace referencia a su doctrina sobre la Eucaristía, a los himnos eucarísticos y al oficio del Corpus Christi, que escribió. Este elemento resalta la importancia de la conmemoración de la Última Cena, la Eucaristía es pues, el acto central del culto cristiano, es considerado el símbolo de la unión con Cristo y con la comunicad de los que creen en él, y adornando allí se encuentran unas rosas que pueden simbolizar el amor divino. En la parte superior del altar, el cual es centro litúrgico por excelencia y símbolo de culto, se encuentra el Espíritu Santo, en este contexto la Paloma actúa como fuente de iluminación, es decir de inspiración, es también la unión de Dios, de aquí parte la luz que ilumina la obra, a su lado se encuentran unos ángeles que de nuevo hacen referencia a la unión del cielo con la tierra, a la iluminación y a la altura como atributos de los seres más importantes, que como ya se ha puesto de manifiesto, refleja la condición real de la sociedad colonial. Lo alto es iluminado, lo bajo es oscuro, la luz proviene de los cielos y se deposita en el santo.

En todas y cada una de las imágenes acá presentadas hay un discurso de identidad, enmarcado bajo los parámetros contrarreformistas, la identidad propuesta como un elemento forjador de comportamientos y mentalidades que presupone, la existencia de otro, estableciendo un vínculo relacional de confrontación, en este caso de imposición, por medio de un discurso visual violento que aniquila o transforma la diferencia. Así, la identidad en estas representaciones está sostenida desde parámetros que implícita o explícitamente crean significados y actitudes, que atraviesan a los sujetos, dependiendo del rol que jueguen en esta creación y atribución de significados.

Imagen- Conocimiento-Poder


Particularmente en el ámbito religioso, las imágenes permiten hacer visible la experiencia de lo sagrado, pero a su vez del contexto político, social y económico en el que éstas fueron llevadas a cabo (Burke, 2001) y esto es documento de la realidad social, como de la mentalidad y de los ejercicios de poder, que a través del tiempo van ayudando a la construcción de unos imaginarios por encima de otros, formando parte y construyendo la identidad social.

obras de arte antiguas
pinturas antiguas y cuadros de arte colonial

Vale la pena aclarar que el arte en este momento gira sobre un mismo principio: la evangelización, y por otra parte es un arte suntuoso, dirigido hacia las clases altas que son quienes lo compran y por tanto lo desprecian o lo elogian. Las imágenes que circulan en la Nueva Granada del Siglo XVII, deben cumplir unas reglas específicas, que están dictadas, sobre todo por el Concilio de Trento, pero además de ésto las imágenes nos muestran la sociedad santafereña, las costumbres neogranadinas, por ejemplo, en los paisajes, la arquitectura de las casas, la vestimenta, las facciones de los rostros, etc.

Lo que podemos ver en común en estas cuatro imágenes con respecto quienes se encuentran en la parte de abajo de la escena, es que son aplastados por un santo. En las ilustraciones número 5 y 7 vemos hombres con características y vestimenta asociadas con los moros, en el caso de la ilustración número 6 quien es aplastado tiene aspecto de demonio, parece una figura masculina con cachos y con la lengua afuera, de piel oscura, mientras que en la imagen número 8, quien se encuentra en la parte inferior tiene aspecto de demonio, senos, desnudo y con la lengua afuera, una capa roja en la espalda. En estas imágenes se asocia el mal con la iconografía de los demonios y/o con los moros. Paganos judíos, moros e idólatras en Europa fueron reemplazados por los indígenas en América, y de igual manera homogeneizados, la cristianización española databa desde la Edad Media, donde era a los pueblos «diferentes» a los que se les consideraba satánicos y paganos y a los cuales se les unificó como «enemigos» con la única opción de conversión. El «otro», el colonizado, es empobrecido y bestializado, sólo con la esperanza de adaptarse, de reconocer el modelo a seguir, que para él por naturaleza, le ha sido negado. Todas las imágenes quieren transmitir un mensaje de salvación (santos) y de vencimiento sobre la maldad (por medio del aplastamiento), que en este caso serían los colonizados, la herejía, representados en la estereotipación de los moros y/o de los demonios. En las pinturas hay mucho movimiento propio del barroco, de igual forma los colores oscuros son asociados con la parte inferior y con los seres que se consideran maléficos, mientras que en la parte superior se encuentra una mayor claridad y seres asociados con la bondad como los ángeles o las nubes, el blanco etc. Patronato, antiherejía, confesión y ortodoxia, son los mensajes implícitos dentro de las obras, todos discursos necesarios para mantener el orden social y la captación de cristianos.

coleccionistas de arte en colombia
compra de arte y pinturas antiguas en colombia

Las Castas: un discurso de la diferencia

El término «Castas» se utilizó -para designar a los grupos de mezcla. Este sistema permitió establecer una separación entre estos grupos, asociándolos bajo parámetros de ilegitimidad, mal nacimiento y pureza de sangre. No sólo las características raciales identificaban a los individuos pertenecientes a las diversas castas, también las características sociales, psicológicas, económicas y físicas, que se consideraron íntimamente relacionadas. Lo biológico estaba determinado y se suponía inseparable de lo cultural. Dentro del concepto de Castas se encuentra inserto el imaginario de la altura, del poder y diametralmente opuesto a éste, el de la bajeza, su contrario, falto de poder y dominado, el «otro», según el imaginario, lo euroamericano, era lo que representaba el ideal de perfección. La pirámide criolla, basada en las tres «razas» daba lugar a las tres «especies» mayores: lo mestizo, lo mulato y lo zambo. «Ancha en la base, angostada hacia la altura, la pirámide condensa uno de los imaginarios más inveterados. Se trata de una sutil operación metonímica por la cual el poder o el dinero se simbolizan, gracias a toda suerte de rituales de contigüidad o de coexistencia, redundantes, binarios e isomórficos. Lo que buscaba la alta jerarquía era el poder mantener estas diferencias y así mismo mantener el control social sobre los individuos que se encontraban por debajo de ellos en la escala, quienes eran los criollos, los mestizos (con sus infinitas gradaciones) y los zambos».

Como es señalado por Fábregat, en los procesos de mestización en iberoamérica la dialéctica de la transculturación pasó por diversas relaciones «interraciales»; las relaciones entre los indios, españoles y africanos fueron asimétricas, ya que la posición social y el poder político y económico ostentado por los «blancos» tuvo una mayor influencia en la transformación del modo de vida de los otros grupos. «Donde quiera que la cultura española apareció acompañada (y esto fue lo común en esta historia) por el dominio militar y político, su capacidad de aculturación fue determinante, hasta el extremo de que el modo español de vida se convirtió en el patrón institucionalizado válido para todos los individuos que formaban parte de su estructura social, y en todo caso de su sistema cultural» (Fábregat, 1998:9).

En las imágenes es notoria la forma como se inculcó la idea del pecado y la culpa original, y se incluyó al colonizado dentro del pensamiento católico, pero como un «otro», diferente, estos grupos se encontraban en una posición subalterna en las luchas por el control del sentido, del significado, que perteneció de manera hegemónica a los grupos altos ejerciendo su control y uso.

Otredad Colonial

«El Otro», término al que hacemos referencia en todos los ámbitos de nuestra vida, obedece a la idea de la diferencia y a una fascinación por la otredad. Las diferencias raciales y étnicas de las cuales en la actualidad se hace énfasis en nuestra conformación como Nación, se encuentran inscritas dentro de relaciones de poder, que sin duda, han sido heredadas desde la Colonia. Aún hoy, continuamos pensando en el «otro», que precisamente ha sido constituido en la necesidad de reconocimiento a un «nosotros». Así, el discurso de la «La modernidad es una máquina generadora de alteridades que, en nombre de la razón y el humanismo, excluye de su imaginario la hibridez, la multiplicidad, la ambigüedad y la contingencia de las formas de vida concretas» La transculturación encontraría en la imagen su forma de expresión más adecuada; este arte, paulatinamente, sería uno de los medios más eficaces para la obediencia.

Siguiendo a Quijano, si bien la raza y el racismo tienen un origen colonial «ha probado ser más duradero y estable que el colonialismo en cuya matriz fue establecido. Implica, en consecuencia, un elemento de colonialidad en el patrón de poder hoy mundialmente hegemónico» (Quijano, 1993). El sujeto colonizado es construido en el imaginario metropolitano como otro, y así en la mayor medida posible, el colonizado es arrojado fuera de las bases definitorias de los valores europeos civilizados (Hardt y Negri, 2001:9). El hacer fijas las diferencias y las identidades de los «otros», permitió asegurar la otredad, haciéndola parte «natural» de la sociedad, por tanto, la lógica hegemónica de subordinación fue el orden natural de las cosas, los cuerpos, las «razas» serían los destinos. «Así vista la historia de la Modernidad es, por un lado, la historia de la hegemonía estatal europea sobre las colonias. Pero el envés de la trama, esta historia también fue leída a contrapelo como una historia de resistencia» (Rodríguez, 1998:4).

Conclusiones


La pretensión fundamental de esta iconografía fue de carácter político, entendiendo política como todo lo relacionado con el ejercicio del poder y como una tensión de luchas e intereses, como un espacio para construir un proyecto de sociedad. En estas obras se hace clara alusión al poder político ejercido por España sobre las colonias, los «dominados», y la manera como podrían ser atacados al no convertirse. El hecho de que quien esté representado aquí, en la lucha, en la actitud de vencer (pisoteando), sea de un Santo Europeo, hace referencia a una metáfora de España sobre América (y en general todos los herejes), del bien sobre el mal, desde la perspectiva de un discurso totalmente imperialista e intervensionista arraigado en las mentalidades y políticas persecutorias coloniales.

La composición iconográfica de todas las imágenes muestra mucho movimiento, propio del barroco, la lucha que se figura no representa ninguna posibilidad de pérdida, las escenas resaltan, por medio de un instante, lo que se supone debe comprimir una situación que lleva bastante tiempo, la victoria total, la «maldad» se encuentra abajo, en el suelo, y los «vencedores», el «bien» en la parte superior, la vestimenta ayuda a diferenciar iconográficamente esta división, el turbante en algunos casos, cachos, mujeres en otros, elementos que para España en este momento identifica a un pueblo, hace de éste un método para atacar la identidad. Por parte del colonizador (arriba) se da el reflejo de lo correcto, por parte del colonizado (abajo) sólo queda la vaga esperanza de la redención, concepto que entre otras cosas también le fue implantado desde la Conquista; la búsqueda de la purificación, blanqueamiento, del «ascenso», del expulsarse a sí mismo de su propio mal, y esto sólo puede lograrse tras la idea de semejanza con el «otro», hacia el «superior», que ha sido quien finalmente a estereotipado y rebajado al resto como ente ignorante, «salvaje» y demoníaco, pero al que a su vez debe brindarle una mínima esperanza de superación e igualdad, para que el sistema funcione y se mantenga. Los planteamientos teóricos y conceptuales de las órdenes religiosas servirían para legitimar tanto la organización social, económica y política de la corona y para justificar la concesión de los privilegios especiales de la jerarquía eclesiástica católica, como para alcanzar la unificación de las mentalidades colectivas. De esta forma se inculcó la idea del pecado y la culpa original, y se incluyó al «otro» dentro del pensamiento católico, hubo un espacio dentro del pensamiento europeo, pero reivindicando su condición de inferioridad. En dos de las pinturas se aprecia la estereotipación de los Moros31, los cuales son representados como vencidos, retomando la historia de España en Europa, allí se está encarnando de manera homogénea y simplista a Oriente contra Occidente, caracterizados a través de imágenes estereotipadas, demonizando lo musulmán, a través de narraciones de sucesos históricos, como las batallas, pasajes históricos y de representaciones por medio del vestido, características fenotípicas, colores, atributos, etc. Hay por tanto, una homogeneización de la diferencia y se está ratificando la idea misma de «raza», La invención y consolidación de todos estos estereotipos y formas de conocimiento, han pesado para evitar la superación del miedo al «otro» y de esta manera se han continuado las exclusiones de personas y grupos sociales en pro de una forma de ejercicio del poder que se ubica no sólo una esfera social determinada sino que se encuentra inscrito en cada uno de nosotros.

Sabemos que la Contrarreforma es un momento en que se crea la mayoría de la órdenes religiosas más influyentes y en donde el arte barroco fue un medio de anclaje entre la burguesía y la Iglesia con el fin de lograr la captación de seguidores que se disminuyeron por el proceso reformista de la época, así que si bien tiene como característica el «respeto» por las imágenes y su devoción, también le es propio de sí la tendencia a lo recargado y fastuoso, obedeciendo a la idea de lucha, ya que el arte era un instrumento de propaganda y seducción del catolicismo. Este proceso de transculturación produjo identidades nuevas, actitudes nuevas. A través de las estigmatizaciones e intromisiones se promovieron relaciones de saber-poder, de inferioridad y superioridad. Siguiendo a Foucault vemos cómo el cristianismo se valió de diversas estrategias de Conquista, entre ellas, la que hacía que las relaciones entre individuos o grupos de individuos se estableciera a través de lo que él ha denominado los miembros del rebaño y sus pastores, de esta manera la Iglesia tendía un puente entre los individuos y su bienestar social.

De acuerdo con Stuart Hall, las representaciones tienen que ver con lo cultural; pero, sobre todo, con el significado que dan a la cultura, porque transmiten valores que son colectivos y por tanto son parte importante en la construcción identitaria. Estas representaciones no son estáticas ni inmutables, sino que son reapropiadas y redefinidas a lo largo de la historia. Las imágenes constituyeron un importante medio para este propósito, construyendo significados y formas de autorreconocimiento y por ende espacios de inclusión y exclusión, en donde no solo se construyen sino que se reafirman las identidades sociales y personales. A partir de ésto se puede concluir que las imágenes en este contexto social fueron dispositivos, de acuerdo con una posición foucoultiana, en donde se instauraron discursos de la diferencia y en donde surge la «otredad» entendida como una forma de exclusión y de afianzamiento de unas identidades, como superiores a otras y por tanto con mayores posibilidades de acción a unos niveles, que otras. A través de la lectura de estos discursos podemos dar cuenta en que hoy continúa la diferenciación a través de estereotipos en la actualidad. Lo que quiero plantear con este trabajo es la posibilidad de preguntarnos por la posibilidad de deconstrucción no solamente de estas imágenes sino de muchas más para poder develar e introducirnos en los imaginarios que éstas conllevan para descolonizar el pensamiento y hacer un replanteamiento de la diferencia, que nos ha sido construida históricamente como una diferencia jerárquica y excluyente. Entendiendo que mecanismos se encuentran detrás de la idea misma de «raza» y de la necesidad de autorreconocernos como depositarios en una identidad determinada y fijada socialmente, sin posibilidad de cambio y movimiento, es una forma de cambiar las representaciones en las que vivimos.

¿Posees alguna obra de arte colonial o antigua de Colombia?

CONTÁCTAME AHORA  

Con gusto puedo asesorarte, hablarte acerca de tu colección, e investigar juntos la historia detrás de tus obras de arte. 

coleccionistas de pinturas antiguas en bogota colombia
monedas antiguas en colombia

COLECCIONISTA DE MONEDAS
coleccionistademonedas.com

Numismática, notafilia y filatelia en toda Colombia. Colección de monedas, billetes y estampillas antiguas de la historia de Colombia. Documentos antiguos, postales y fotos antiguas, fichas de hacienda y antigüedades. Contamos con presencia en Bogotá, Barranquilla, Medellín, Cali, Cartagena, Mompox, Valledupar, Sincelejo, Manizales, Pereira, Armenia, Tunja y más ciudades de toda Colombia.

© Copyright 2023 - Coleccionista de Monedas, Billetes y Estampillas antiguas de Colombia - coleccionistademonedas.com

Las imágenes usadas en esta página son de referencia, tomadas del sitio web del Banco de la República, banrepcultural.org